Incendios

07/09/2016

El mapa de España que muestra las zonas de riesgos de incendio da miedo. Lo primero que se puede decir es que se agradece y reconoce el trabajo de todos aquellos que participan en la extinción de estas catástrofes causadas, en su mayoría, por el hombre. La muerte de Francisco José Santana Álvarez, agente forestal que trabajaba en el fuego de La Palma muestra la dureza de esta labor y el alto riesgo que corren sus vidas como ocurrió en otros anteriores. E inmediatamente después cabe decir que el código penal debe recaer con la máxima dureza sobre los responsables.

Las asociaciones ecologistas se duelen de la tardanza de los juicios, si aparecen los causantes, y de la ligereza de las penas. Seguramente sus quejas tienen razón.

Algo más se puede decir en estos momentos: si los montes estuvieran más limpios, los riesgos disminuirían y los daños serían más limitados, y la vigilancia sobre extensiones fácilmente combustibles o de alto valor ecológico y forestal, en tiempos de altas temperaturas, no sería ningún disparate.

La coordinación de las actuaciones en la extinción ha mejorado y permite poner en marcha medios desde distintos lugares, sin aberrantes fronteras. Pero las catástrofes de este verano nos obligan a poner más medios humanos, materiales y a rápidas actuaciones judiciales dadas a conocer. La ejemplaridad pública en lo bueno, lo legal y lo justo es necesaria pero también lo es como aviso a quienes pueden caer en la tentación.