02/01/2017

La guerra en Siria ha alcanzado las cotas más altas de destrucción que cabe pensar. Las imágenes del este de Alepo, como ejemplo, podrían ser las de una ciudad polaca o alemana, tras la segunda guerra mundial. Los corredores humanitarios para evacuar a la población han sido muy difíciles y de enormes riesgos.

Por fin, tras muchas voces que han clamado por un alto el fuego, incluido el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, presidido por España, se ha alcanzado una nueva tregua.  La guerra de Siria con varios frentes es de muy difícil comprensión para quienes vivimos lejos: un ejército gubernamental con aliados potentes que le apoyan, una coalición de fuerzas opositoras, grupos armados de un nuevo y pretendido estado. Y por todo ello, un país empobrecido, con población que huye, con otra que no puede hacerlo y malvive, y  cientos de miles de personas desplazadas.

Italia y Grecia  reciben a muchos de aquellos que huyen de los bombardeos y de las persecuciones, por medios paupérrimos y salvados por fragatas, entre ellas, españolas. En Grecia hay 62 campos de refugiados pues llega una media de setenta y cinco personas al día. El campo de Eleonas, en Atenas, acoge a 2.050 personas, en su mayoría sirias.

No parece posible que en el siglo XXI las grandes potencias no alcancen un acuerdo de paz. Aquellas que actuaron en la Segunda Guerra Mundial han reconocido los terribles daños que sus acciones causaron. Setenta y cinco años después, Estados Unidos y Japón así lo han hecho. Perdón no han pedido pero han dicho que algo semejante, nunca jamás.

En Siria no se persigue la ocupación de otros países, no hay portaaviones que hundir, no se lanzan bombas atómicas, pero el desastre de una guerra de cinco años tendrá, también, consecuencias para décadas y décadas. Como siempre hemos dicho que para cortar esta catástrofe humanitaria la paz era imprescindible, nos alegramos del  alto el fuego y esperamos que se alcance la paz.

Quienes buscan refugio llegan a la Europa próspera, como hace pocos días llegaron a España ciento noventa y ocho personas. Esta vez la política común europea para la acogida de refugiados, que tanto reclamamos, parece que puede funcionar.

Conoce la Campaña de Unicef para ayudar a niños refugiados


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