02/03/2016

Hace un año que Europa mostró, por medio de las palabras de la Canciller alemana Ángela Merkel, su rostro más hospitalario y comprensivo hacia aquellos que huían de la guerra y querían llegar a Europa, por cualquier medio posible. Por fin, dijeron muchos, la mujer de gestos y palabras severas se había expresado con humanidad, generosidad y piedad ante el drama que vivían quienes huían de su país.

La situación se ha complicado. No se pudo calcular el número de personas que llegarían a emprender esa ruta de los Balcanes. A lo largo de 2015 más de un millón de personas han llegado a Europa por mar, y se han registrado casi 83.000 nuevas llegadas en 2016. Italia, Grecia, Turquía y Jordania han sido y son, fundamentalmente, los países que como receptores se han visto desbordados, y han solicitado ayuda. Y ante su llamada, la Comisión europea resolvió fijar el número de personas que los países de la Unión Europea debían acoger.

Pero el sistema establecido para la distribución de refugiados no ha funcionado. Bien porque el registro de las personas, la entrega de documentos y la organización de las salidas sea compleja, bien porque una gran mayoría no acepta salir hacia el país que se le asigna. El resultado es que en estos momentos hay un éxodo de personas y familias que persiguen llegar al centro de Europa, fundamentalmente a Alemania desde Grecia. Y para ello tienen que cruzar cinco o seis países que, a su vez, han dicho que no quieren convertirse en países de tránsito, y mucho menos de estancias prolongadas de refugiados.

Austria, Eslovenia, Croacia, Serbia y la Antigua República Yugoslava de Macedonia han acordado expulsiones colectivas que no permiten valorar de forma individual las circunstancias de cada uno; han acordado, también, cierres de fronteras, construcción de alambradas y devolución de personas hacia la frontera  griega.

La Europa de ayer ha cambiado radicalmente. Y, hoy, quienes pretendían seguir una ruta y llegar a algún lugar donde ser acogidos se ven hacinados en naves provisionales con bancos de madera en los que dormir y con el temor a su devolución al primer país de la U.E. donde pusieron un pie.

Se comprende bien la preocupación de Alemania ante la llegada de tan alto número de personas; se entiende que un país pequeño como la ARY de Macedonia no se sienta capaz de acoger a miles de personas salvo para una breve estancia. Pero lo que cuesta más entender es que los países más desarrollados, los que tienen mayor capacidad de influir no hayan podido hasta hace bien pocos días parar, aunque de manera provisional, una guerra en Siria que es la principal causa del éxodo actual. Y si se consigue detener la guerra habrá que acoger y tratar de integrar a aquellos que no puedan volver porque no queda nada de lo que un día tuvieron, si es que algo tuvieron.

Turquía se ha convertido en el primer país receptor de la gran mayoría de personas que buscan refugio. Sus campos de refugiados son verdaderas ciudades, como lo son los de Jordania. La ayuda humanitaria que prestan es muy loable pero no son ciudades para una vida; no lo son para varias generaciones que allí sobreviven.

Una nueva  vertiente parece abrirse camino en el tratamiento  de este éxodo. Se proponen medidas que faciliten la inserción laboral de un alto número de refugiados a la mayor brevedad posible con la finalidad de ayudarles y de ayudar a los países. Son muchas las voces autorizadas que subrayan los beneficios que la emigración puede suponer.  Alexander Betts y Paul Collier, profesores de la universidad de Oxford, así lo expresan en la revista Foreign Affaires: “Hagamos posible que los desplazados sirios se incorporen al mercado de trabajo. Ayudar al refugiado y que el refugiado se ayude a si mismo”.

En esta dirección parecen encaminarse las ayudas que la U.E. propone para Turquía, en las que España participa, y que permitirían desmontar poco a poco esos terribles campamentos que, aunque “humanitarios” no son para seres humanos, y evitar varias generaciones perdidas.

El comisario europeo de Migración, Avramópulos, acaba de solicitar medidas  urgentes, antes de la cumbre con Turquía, para que el sistema de recepción de refugiados no colapse. Y recuerda que son las medidas nacionales las que entorpecen el funcionamiento de un sistema común europeo, tan solicitado por muchos hasta hace muy poco.

Ayer, todo eran palabras de comprensión y ayuda. Hoy, las puertas se cierran, las vallas se levantan. Así no debería ser la Europa de hoy.


Recomendaciones formuladas por el Defensor del Pueblo

02/03/2016. Programa europeo de reasentamiento de refugiados

30/11/2015. Protocolo de actuación para facilitar el acceso a España a los familiares de ciudadanos que ya son beneficiarios de protección internacional

15/10/2015. Refuerzo del personal destinado a la tramitación de las solicitudes de asilo en el Puesto Fronterizo de Beni Enzar (Melilla)

09/10/2015. Diseño de un programa educativo específico para los menores que se encuentran en el Centro de Estancia Temporal (CETI) de Melilla

09/10/2015. Traslado a la península de las familias con menores y personas con discapacidad física que están en el Centro de Estancia Temporal para inmigrantes (CETI) de Melilla

07/10/2015. Asistencia social a los solicitantes de asilo en el puesto fronterizo de Beni Enzar (Melilla)

 


El Defensor del Pueblo está a tu disposición para estudiar tus quejas y problemas

¿Deseas presentar una queja?

También se puede remitir por correo postal, por fax, o entregar en persona, en nuestro servicio de atención al ciudadano en c/ Zurbano, 42 (28010 Madrid).

Si lo prefieres, puedes descargar este formulario en formato pdf Descargar formulario y, una vez que lo hayas cumplimentado, nos lo envías por correo electrónico a: registro@defensordelpueblo.es

Si tienes alguna dificultad para poner tu queja puedes ponerte en contacto con nosotros en el teléfono gratuito 900 101 025, solo disponible para llamadas desde España. Si llamas desde el extranjero marca (+34) 91 432 62 91.